Tal como él lo contaba, su sueño era fabricar las telas más lindas del mundo y en 1910 abrió Lanificio Zegna, una fábrica de lanas ubicada en las laderas alpinas de Trivero, construyendo caminos que conectaban los pequeños pueblos de Biella con el objetivo de que las personas pudieran apreciar las hermosas vistas de la región. Ese paisaje, además de su belleza, proporcionaba muchísimas ventajas naturales para el trabajo de la materia prima y rápidamente fue creciendo hasta convertirse en la gran industria que hoy conocemos.